¿Te has puesto en los zapatos de nuestros mayores?

Tú, también te harás mayor y posiblemente no hayas pensado demasiado en ello. Por el curso natural de la vida, si no hay alteraciones, todos llegaremos a la vejez, pero ninguno lo haremos de la misma forma. Cada uno de nosotros tendrá unas condiciones físicas y mentales diferentes, lo que condicionarán en gran medida nuestra calidad de vida. 

Por ello, es imprescindible ponernos en los zapatos de nuestros mayores para entender cuáles son los cambios a los que están teniendo que hacer frente y poder ayudarles de la mejor forma posible. 

Los problemas más comunes que nos encontramos al hacernos mayores. 

  • Problemas de alimentación. Estos pueden deberse a múltiples causas como alguna alteración física o la propia desmotivación hacia la comida. 
  • Alteraciones en el sueño. Las dificultades a la hora de conciliar el sueño se asocian normalmente a los cambios de humor y cansancio a lo largo del día. 
  • Múltiples problemas físicos como incontinencia, artrosis, Parkinson, etc. 

Es cierto que estos problemas tienen un componente común: son físicos y en mayor o menor medida se puede intervenir para paliar los efectos. Si por ejemplo, no escuchamos con nitidez, un audífono nos puede ayudar a solucionar este problema. 

Pero, ¿qué sucede con problemas que no vemos? O, ¿con aquellos problemas que presentan dolor físico?

Por norma general, juzgamos sólo lo que podemos ver o nos centramos en lo que el profesional haya etiquetado como problema, no con las posibles consecuencias que este deriva. 

Vamos a hacer una prueba, ¿te resultan familiares estas expresiones? 

“Está algo más apagadilla”, “no ve muy bien, pero es que son cosas de la edad”, “son ya 87 años, ha vivido mucho, ¿qué más se puede pedir?, “el médico dice que son cosas de la edad”. 

Con estas frases lo único que estamos haciendo es asumir que ya no hay solución, que no podemos hacer nada. Pero posiblemente seas solamente tú quien debe de asumir esa frase. 

Cambiemos la situación: pasas la mayor parte del día en un sillón y cuándo llega uno de tus familiares más querido te dice “anímate, que sino te vas a poner peor”. Posiblemente sufras una gran frustración tras una vida llena de energía y autonomía al ver cómo todo ha dado paso a la desmotivación.  

La vida que hace años nos daba independencia y sensación de utilidad ahora provoca todo lo contrario, somos nosotros quienes dependemos de otros y son otros quienes gozan de la salud que nosotros añoramos. Por ello, ponernos en sus zapatos nos ayudará a entenderles y afrontar juntos los cambios que produce la vejez.

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